Wednesday, May 2, 2012

Granada, una ciudad mágica


                                                                             (La Alhambra)

             Aunque yo vivía en Madrid, España por casi seis meses, Madrid no era mi ciudad favorita de España.  Madrid está llena de cemento, coches, personas que caminan rápidamente, y ruido.  La vida de Madrid es una vida muy acelerada.  No me malinterpretes, me encantaba Madrid por su carácter, pero también aprendí que la vida acelerada de una ciudad grande como Madrid no es la vida para mí.
Tuve la oportunidad de viajar a otras ciudades en España, como Cádiz y Barcelona por ejemplo,  pero puedo decir definitivamente que Granada siempre va a tener un lugar muy cerca de mi corazón.  Al llegar a Granada, tan pronto como salí del autobús y toqué el suelo de esa ciudad, me di cuenta que Granada sería un lugar especial para mí. 
En cada ciudad que visité, traté de caminar por las calles sin nadie, sola con mis pensamientos.  Entonces, caminé por las calles de Granada sola-sólo con los ojos, las orejas, y la nariz para acompañarme y observar.  Lo primero que observé fue el estilo de arquitectura diferente de el de Madrid.  Granada está en el sur del España, una influencia diferente de Madrid, que está en el centro del país.  Las calles de Granada eran más pequeñas y menos anchas y eran de adoquines.  Las calles inmediatamente me transportaron a una época anterior, casi como un mecanismo de viajar a través del tiempo.  Muchas de las tiendas vendían bolsas y cerámicas y mucho más que obviamente tiene la influencia de los países del sur, como Marruecos.  A mí, este estilo me encanta.  También, yo noté que el estilo de ropa era más relajado y que las personas de Granada no tenían prisa y ellos caminaban más lentamente que el paso de una ciudad grande.
Cuando me reuní con el grupo, nosotros fuimos a una exposición de flamenco.  Yo nunca había visto un espectáculo de flamenco antes de esto, pero el de Granada sobrepasó todas mis expectativas.  El espectáculo de flamenco tuvo lugar en una cueva íntima.  Tuvimos que dividirnos en grupos porque las cuevas eran pequeñas.  Entramos en la cueva, que estaba encendida por  la luz de las velas.  Dos mujeres en vestidos elegantes y típicos del flamenco empezaron a bailar con mucha emoción en los cuerpos.  Un hombre tocó la guitarra y cantó al mismo tiempo y después, una mujer con una voz baja y asombrosa cantó con él.  Nadie en la audiencia era capaz de decir nada.  Nosotros sólo podíamos mirar y sentir.  El tiempo paró.  Las cuevas eran mágicas.
Cuando salí de las cuevas estaba aturdida.  Nosotros caminábamos pero yo no estaba en la realidad hasta que nosotros llegamos al borde de un precipicio.  Lentamente llegando a la realidad, miré en la distancia.  La Alhambra se veía como algo de un cuento de hadas.  Nosotros no íbamos a entrar en la Alhambra hasta la mañana siguiente, pero esta visión del edificio tuvo un impacto permanente en mí. Me estaba acercando al final de mi tiempo en España y en este momento todas mis experiencias venían a mi mente.  Gracias a Granada, la ciudad mágica, me di cuenta que yo había crecido en los meses anteriores. 
Cuando estaba mirando la Alhambra, repasé mentalmente todo el semestre: Yo había viajado sola a otros países sin problemas y con mucha confianza.  Había conocido a personas de todo el mundo y tenía amigas nuevas que estarían para siempre en mi vida.  Había aprendido el sistema del Metro, una experiencia de miedo en los primeros meses del semestre.  Había enseñado inglés a dos niñas y aprendí que me encantaría ser maestra de niños.  Sin embargo, lo que yo aprendí que era más importante era que yo necesito horas solas para mi salud mental y emocional.  Muchas veces en España yo caminaba por las calles sola, y me di cuenta que es mi manera de meditación.  Ahora, sé que mis horas a solas son muy especiales.